Un varieté emocional con poemas, canciones, desnudos (para que todo no sea tan intelectual), artículos (la vida es un recorte y peque), pensamientos (cuando los haya), etc. Un cambalache descerebrado y jubiloso. Un bazar azaroso y desastrado. Se ruega entrar, pasear y comentar.
domingo, 5 de junio de 2011
Como no amar a...
Hoy: las serenatas. Cuando era chico en Catamarca, la costumbre de la seranata languidecía, pero todavía existía. Los hombres se reunían en el club para tomar, hablar de política o jugar a las cartas. Los músicos se acercaban al club y ofrecían sus servicios de serenata. Por poca plata se podía ser galante. Casi todas las noches, los músicos conseguían algún pedido. Las damas recibían serenatas de dos tipos. Las que denunciaban al galán que las había pagado y las que mantenían su nombre en el anonimato. Éstas eran las favoritas de los músicos porque una propina extra de las damas podía convencerlos a revelar el nombre del caballero galante. Y claro, los caballeros talentosos, los menos, daban sus propias serenatas. Había también numerosos malentendidos: serenatas que se prodigaban en las ventanas equivocadas. Más de un romance en ciernes quedó trunco por estos errores. Y más de una vecindad o amistad entre damas quedó emponzoñada por estos descuidos. Demás está decir que las serenatas eran costumbres de primavera y verano, aunque más de un músico se pescó un flor de resfrío por ofrecerlas en el rigor del invierno. En invierno no esperaban que las damas abrieran sus ventanas, ellas preferían escucharlas arrebujadas en sus camas calentitas. En primavera y verano, las ventanas sí se abrían y las damas ofrecían a los músicos las siluetas pudorosas envueltas en recatados saltos de cama. Aunque no faltaba la descocada que revelaba más de la cuenta y encendía los ardores de las voces y guitarras musiqueras, en estos casos las serenatas podían ser bastante largas.
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Cómo miércoles hacés para encontrar estas cosas?????
ResponderEliminarPaveando, con mucha paciencia. Ja, já.
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